ALEJANDRA MORÍNIGO
Superar la barrera del sonido
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Alejandra
posa con diseños suyos para ABC Revista. El vestido color beige, con
los hombros al descubierto detalles de volados y randas, es un modelo
que logró confeccionar en un día. "Me voy a hacer un vestido".
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Con ropa de Ocre en el Hotel La Misión.
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Con su madre, Reina, quien hizo de intérprete para la entrevista
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Alejandra
Mariel Morínigo Rumich, con solo 17 años, ya se está abriendo camino
dentro del diseño de modas. Ella responde con brillantez al desafío del
mundo laboral a pesar de la sordera que sobrelleva.
Precisamente
porque tiene que superar una barrera social es que Alejandra Mariel se
sobreexige. Su empeño, dedicación y voluntad son superiores a quienes no
se encuentran con esa dificultad. En ese temperamento marcado y ganas
de avanzar, la presencia y apoyo familiar fueron esenciales. “Ellos me
ayudaron, me fortalecieron. La familia es importante; si en ella hay
amor, lo material no importa”, dice Alejandra a través de su madre,
Reina Rumich, quien ofició de intérprete para esta entrevista.
Fue
precisamente su madre quien la descubrió sordomuda cuando tenía dos
años. “Recuerdo que se había caído un vaso y ella no reaccionó ante el
fuerte ruido, y eso me llamó la atención. Desde ahí comencé a observarla
y hacer movimientos bruscos, dar portazos, pero nada, no había reacción
alguna, así que consulté con un especialista y me dio la noticia. Fui
con otro y otro buscando esperanza, pero todos coincidían en que su
cuadro no era operable. Llegué hasta Buenos Aires, tampoco me hicieron
promesas. Realmente fue muy duro, pero no decaí ni sentí lástima por
ella; muy por el contrario, la estimulé en todos los sentidos”, confiesa
la madre.
Fue
así que Alejandra Mariel asistió a la Primera Escuela Paraguaya de
Sordos. Paralelamente, también fue a un colegio regular, Manuel A.
Enciso, con niños hablantes; felizmente, nunca fue víctima de burlas ni
de exclusiones en ninguna de las instituciones. “El apoyo y la ayuda de
mis profesores también fue importante para mí”, expresa Alejandra en
lenguaje de señas.
Fue
la mejor egresada en la Primera Escuela Paraguaya de Sordos y dio su
discurso como tal ante la presencia de autoridades, alumnos, alumnas,
padres, madres, con mucho aplomo y seguridad. “Ella nunca se sintió
menoscabada... nunca”, afirma la madre.
Alejandra,
con su lenguaje de gestos, expresa que no quiere ser discriminada.
“Nosotros somos iguales a todos y el apoyo de nuestra familia es
importante para superar cualquier traba; todo el amor que ellos nos
puedan dar se traduce en esperanza y, a mí, mi familia me apoyó en todo y
luchó para darme una buena educación”, reconoce.
La
escuela para sordos es la otra herramienta esencial para sobresalir, al
igual que los colegios normales. “En la escuela de sordos aprendemos a
leer los labios, a comunicarnos con los gestos, a través de libros, y
nos da seguridad para asistir a las instituciones hablantes”. “Pero hay
que enviarlos desde chiquitos”, interrumpe Reina. “Muchos padres recién
de grandes envían a sus hijos y eso les dificulta más”, añade. “Muchos
ni siquiera saben leer y escribir, y así no pueden comunicarse; no les
dan un trabajo porque nadie los entiende, y solo unos pocos logran
llegar a la universidad”, insiste la madre.
Su vocación hacia el diseño se manifestó desde muy niña, a los diez años, y fue afianzádonse con los años.
“Siempre
me gustó coser y hacer vestiditos, y cuando mis papás me preguntaron si
realmente me gustaba, les dije que sí; me compraron una máquina”,
cuenta feliz y sonriente. Estudió diseño con Cynthia Campos Cervera y,
cuando cumplió sus 15 años, ¡por supuesto que lució un modelo propio!
“Tiene
talento, eso notamos muy pronto, porque siempre la veíamos dibujando,
por eso fue que le preguntamos si realmente le gustaba para apoyarla y
darle los materiales que necesita”, cuenta la madre. En esa aventura de
cariño, fortaleza y perseverancia tuvieron mucho que ver su madre Reina y
Gerardo, su papá del corazón; sus hermanos Silvia Johana, Lucero y
Gerardo Joaquín.
"Tengo una familia incomparable. Mi hija Silvia Johana
va a la universidad y trabaja; Lucero también estudia y nos ayuda con un
pequeño negocio que tenemos en la casa; Gerardo Joaquín es todavía
chiquito y Alejandra Mariel ya tiene un atelier que lleva por nombre
Mariel. Ella ya tiene una profesión, y trabaja haciendo uniformes para
varios colegios, hace trabajos en el barrio donde vivimos, en Ypané,
para las amigas y para ella. De hecho, cuando supo que iba a ser
entrevistada tomó hilo y aguja y se confeccionó para las fotos una
fresca solera con volados y randas. Se puso muy feliz y dijo: ‘Voy a
hacerme una ropa’”, cuenta Reina.
Alejandra
se va destacando como diseñadora de moda en su barrio, en su entorno,
pero quiere que en su país sepan que hay personas como ella que superan
las barreras y que hoy son testimonios reales de fe en tierra propia y,
quién sabe, en un futuro no muy lejano, en tierra ajena también.
Mientras
espera ese día sigue capacitándose, sigue estudiando. Va a comenzar el
1.º de la Media en el Colegio Antonio Provolo de la ciudad de San
Lorenzo. “Voy a seguir estudiando, con la ayuda y la comprensión de mis
profesores, procurando salir adelante en el diseño y la confección”,
anuncia. Su afán de perfección seguro la llevará a buen puerto. Una
visita a su atelier bastó para demostrarnos su habilidad con los moldes,
con las tijeras, con la máquina. “Es muy detallista con los cortes, con
las medidas, con todo", revela la madre.
Su
trabajo se ve en los alumnos del colegio Miguel A. Torales, en los de
la Escuela N.º 90, del Canahan, de la Básica N.º 5599 porque hace
remeras, jumpers y buzos para tales instituciones educativas y, lo que
es mejor, administra toda su plata. "Es más, cuando salgo a comprarle
tela tengo que traer la factura y me dice: ‘Qué suerte que me alcanzó
todo’”, cuenta una orgullosa madre.
Sigue
creciendo bajo la atenta mirada de sus seres queridos, del cariño de
todos sus hermanos, de quienes la apoyan. Sueña con formar una familia,
con capacitarse permanentemente para poder ayudar a otros con su igual
condición, a luchar y conseguir sus metas a pesar de las diferencias...
“Tiene un corazón de oro... Mi hija es una bendición”. Sabias palabras
de una madre.
26 de Febrero de 2012 00:00
Fuente: ultimahora